jueves, 31 de octubre de 2013

CRÓNICA AL FINAL DEL CAMINO

CRÓNICA AL FINAL DEL CAMINO
EL NÓMADA XVIII


Por Víctor D. Corcuera Cueva

Hace algunos meses atrás,  durante una entrevista que me hicieron para un diario nacional, comente a la periodista acerca de mi posición como caminante. Le réferi que muchas veces uno se siente guerrero y campeón al llegar a lugares que uno piensa ser el primero en estar allí. Sin embargo los reales guerreros y campeones son la población local que diariamente  en condiciones extremas sobreviven a la ausencia del Estado Peruano.

Hace dieciocho años decidí descubrir lo que en los libros de geografía e historia había leído. Gran parte de mi infancia y adolescencia me sumergía en las enciclopedias y lecturas de historia, geografía, viajes, cuentos, leyendas y mitos.  Es así que la segunda parte, del viaje de mi vida, comenzó cuando tenía apenas 17 años; y durante todo este tiempo fue un constante descubrimiento. Cada viaje se resumía a encontrar un Perú totalmente diferente a lo que los libros de escuela o los medios de comunicación masiva informaban. Las grandes ciudades, nunca me atrajeron, o mejor dicho las sentía muy agresivas y caóticas. Fueron en los pueblitos y caseríos donde iría conociendo las diferentes realidades de los compatriotas. Cada pueblo con su historia oficial y la clandestina, con sus esperanzas y ausencias.

Con el tiempo, con errores y aprendizajes, he continuado caminando; aprendiendo a callar y observar. En el sendero de los olvidados he encontrado algunas respuestas, pero también indignación y muchas preguntas que se pierden en el viento. Más los muros pétreos y de adobe son más fuertes que los problemas; estos muros son la fortaleza milenaria  y espiritual que nos dan el soporte moral para continuar en la brega. La arquitectura sagrada, la planificación urbana, los altares físicos e imaginarios, la red vial mejor diseñada que haya conocido América, la sangre de las montañas transformado en brillantes mascaras, pectorales, cetros- muchas veces cubriendo templos enteros-; el barro transformado en monumentales templos y palacios; puentes colgantes que cruzan infernales abismos;  son entre otras cosas, razones más que suficientes para continuar en la resistencia. Y si sumamos la domesticación del territorio, flora,  fauna y de cómo muchas de estas plantas son consideras el futuro nutritivo  de la humanidad. Entonces comprendemos de cuán importante es conocer y respetar la historia de nuestros ancestros andinos, de aquellos que desde hace más de  12000 años forjaron el trazo civilizatorio que dieron vida a nuestras reliquias arqueológicas, a nuestra existencia.

 Los héroes y guerreros están allá, donde el Estado sigue ausente. Sin embargo  continúan firmes y dignos, cuidando de la preciada tierra, cuidándola de ese monstruo llamado “progreso”, el cual amenaza con invadir sus parcelas para dejar infértiles huecos con olor a codicia.

Recordando al Poeta Universal  César Vallejo Mendoza:

“Quiero escribir pero me sale espuma.
Quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita sin cogollo”

Si algún día nos vemos por primera vez, me gustaría que sea por el desierto, compartiremos un sorbo de agua y una boleada de coca. Si es por segunda vez que sea en la ruta de los ancestros.


Hasta entonces.

Víctor D. Corcuera Cueva
Trujillo, el 31 de octubre del 2013.