EL
NOMADA XXVI
Cuando era niño me deleitaba
apreciando las montañas de la sierra liberteña, en especial las peñas donde
solo crecía el “ichu”. Con el tiempo me fue intrigando el desierto, y me fui
cuestionando que era lo que yo entendía por desierto. Entonces me di cuenta que
el desierto era un mundo infinito, un nada y un todo, como el tiempo: concreto
y abstracto a la vez. Películas como “El paciente ingles” de Anthony
Minghella, la canción “El desierto” de Lhasa De Sela y libros como
“El principito” de Antoine de Saint-Exupéry, me hicieron amar
aun más al desierto.
Con los años he ido internándome en el
desierto andino, he ido encontrándome conmigo mismo y con el micro cosmos que emergen
entre la roca y la arena. Disfrutando de la incandescencia, la llovizna y las ráfagas
heladas. Cobijado algunas veces en sus grutas, saboreando la arena muchas veces
y siempre extasiado observando los cactus y lagartijas. El desierto alberga
organismos que viven desde antes que el hombre andino apareciera, el alterarlo
pondría en riesgo el equilibrio de otros ecosistemas, desencadenando
consecuencias climáticas nefastas.
El desierto se merece respeto, los
monocultivos agro industriales, el crecimiento urbano y los galpones avícolas
lo están invadiendo; poniendo en riesgo la salud del medio ambiente.
Aqui el enlace:http://youtu.be/RLfdZNueNnI
Víctor Corcuera Cueva.
Aqui el enlace:http://youtu.be/RLfdZNueNnI
Víctor Corcuera Cueva.